lunes, 27 de octubre de 2008

Cabrianes 2008

Un año más, Jaume Casadesús nos ha regalado un trial fantástico. Nunca se lo agradeceremos como se merece. Esta edición, la 13ª, no auguraba nada bueno y, efectivamente, ha sido un trial agridulce.

El viernes 24 salgo de Azca a las tres como alma que lleva el diablo y me zambullo en un atasco Castellana abajo. Pasadas las cuatro aparezco en casa de Manolo. Subimos las motos y nos metemos en otro atasco. A las seis llegamos a Serrano, recogemos a Julián y directos a Cabrianes. A eso de las doce y media estábamos bajando las motos del remolque. Julián ya había advertido que padecía epicondilitis (inflamación de las inserciones musculares en el epicóndilo del codo). Mal principio.

El sábado, ya vestidos de romano, bueno, alguno aún se resiste a las mallas (gracias Ramón), el codo de Julián decide no pasar despercibido y se hace notar. Salimos hacia las zonas y la cosa empeora como no podía ser de otra manera.

En la zona ocho nos encontramos con Juan "Lallorea", "the one and only", y claro está, el trece se unió con una moto mala y como resultado, abandono de D. Paco reencarnado en monitor de golf.

La conjura no se da por satisfecha con una sola víctima y, allá por la zona catorce, más o menos, el menaje a trois se convierte en cosa de dos tras la capitulación del codo de marras y ya nada es igual. Lo que iba a ser un par de días de montar en moto y pasarlo bien se convierte en un trial sin más. Bien es cierto que un trial espectacular, al menos para servidor, pero las expectativas eran otras puesto que ya contaba con la habilidad de Jaume.

Correr un trial sin estar centrado no es lo más adecuado si se pretende hacer un papel aseado cuando menos y ello unido a las virtudes que no me adornan como piloto pero sí como atleta paraolímpico, hicieron que mi curriculum siguiera engrosando las filas de la Santa Compaña trialera.

El domingo, después disfrutar de La Cabalgata de las Walkirias a través de los wagnerianos ronquidos de Manolo (yo no ronco, que lo sepas), amanecemos con otro codo echado a perder. El bueno del Picoleto está quejándose del brazo, que si el codo, que si un tirón, whatever. En cualquier caso, salimos los tres, Julián para acompañar un rato y en el cuarto asalto, Manolo rinde armas y se vuelve a corrales. Me encuentro de repente entre Corsino y el Bárbaro y me empiezo a temer lo peor pero, quizá por un desafortunado exabrupto que lamento, el primero me trata con exquisita corrección. De hecho, me parecía estar corriendo con el mismísimo Chesterton, a su lado Lord Byron era un patán sin modales.

Mi cabeza estaba más en terminar cuanto antes para no hacer esperar más de lo necesario a mis compañeros y hasta me planteo si debo seguir porque que uno espere a dos puede parecer razonable pero no que dos esperen uno. Al ver que aquéllo iba como un tiro (en velocidad y puntos) decido terminar y hago las zonas como si me estuviera persiguiendo una jauría de Sherpas y atacado por lo flancos por una manada de Brincos y Tirones (nombres propios de la mejor escuela de Marketing). Por cierto, ya sé quién tiene una Tirón, perdón, "la Tirón", porque sólo debe quedar una, imagino . Mal padre hay que ser. Me pico una zona y hago tres cincos estúpidos pero perfectamente previsibles cuando el que está sobre la Cota es uno que yo me sé. Eran en zonas de cero, claro está. Obviando lo anterior, lo cierto es que me encuentro fino (entiéndase que en términos relativos, no me sea literal, solitario lector) y hago una pocas zonas que ni yo me creo y como es habitual, hago mejor segundo día que primero. A las doce en punto, tres horas después de salir, me planto ante el ínclito Ricardo Pinet y su inseparable esposa, satisfecho ma non troppo.

En todo caso, gracias, amigos, por este fin de semana.

Como foto del trial me quedo con esta, donde estamos los tres y unos pocos más, madrileños todos o casi todos (Varadé, X, Yoyi, Manzanero, Servidor, Manolo y Julián) mientras reponíamos fuerzas y potasio. Curiosa pose en plan forçaos de dos de ellos.