miércoles, 28 de julio de 2010

Keynes, el crowding out y la estupidez superlativa e inevitable del ser humano.

Se divide el título en tres partes, todas ellas interrelacionadas. A saber:

1ª: Corría el mes siguiente al segundo 23-F, de los dos tristemente célebres en España, y más infame aún si cabe que el primero, cuando en el libro de macro de Samuelson tropecé con el concepto de demanda agregada y cuya utilización en su "Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero" tanto rédito le dió a un tal Keynes, pretigioso economista, en mi opinión  sobrevalorado, en la década de los 30.

Decía el angelito que con gasto público se arreglaba todo, al menos a corto plazo, porque se incrementaba la demanda agregada y ello arrastraría al empleo y, por lo tanto, al bienestar.

Las escasas críticas vinieron por parte del ala liberal del pensamiento económico (liberal entendido como se hace en Europa; en EE.UU no serían "liberals", es decir, con querencia socialista, sino "libertarians").

¿Por qué las críticas?, porque según Keynes el gasto genera riqueza, independientemente del destino final del dinero empleado. Los liberales (Hayek a la cabeza, gran tipo) argumentaban que lo que se necesitaba para reactivar cualquier economía era inversión, no gasto, y que todo lo que se hiciera para financiar actividades improductivas no hacía sino empeorar el problema.

La respuesta de Keynes se limitó a un lacónico "a largo plazo, todos muertos". Entiendo que implícitamente reconocía la procedencia de las críticas mencionadas pero al final, "a mí me da igual porque yo no estaré para sufrir las consecuencias". Lo de la responsabilidad con futuras generaciones es un concepto sólo apto para carcas y retrógados, por lo visto.

2ª: Otro efecto que se desdeñó entonces ha sido estudiado posteriormente con intensidad, al menos los libros de macro de la facultad tenían capítulos enteros dedicados a ello, es el "crowding out", que no es más que el efecto desplazamiento, expulsión más exactamente, que provoca el sector público sobre el sector privado. Es decir, si el gasto público se incrementa de forma considerable, quien sufre las consecuencias directamente es el sector privado porque se le niega crédito y oportunidades porque el de zumosol ya ha puesto sus enormes posaderas en la economía.

Ahora, por ejemplo, el crédito se ha secado casi de forma absoluta para el sector privado. No hay Pyme que reciba una respuesta positiva ante una petición de crédito. Incluso una simple financiación de Fondo de Maniobra, es decir, liquidez para poder operar con normalidad, es tarea imposible. No hablo de empresas o autónomos con riesgo de impago, hoy mayor que nunca, sino empresas con negocios absolutamente viables, claramente rentables y cuyo único pecado es no tener un socio capitalista que financie esos noventa días en que tarda en cobrar (y hablo de clientes solventes). Ahora estoy inmerso en la búsqueda de dinero para una empresa y, salvo el sombrero y el látigo, nada me diferencia de Indiana Jones (bueno, quizá el porte, el mío es claramente mejor). Se ha dado el caso de recibir una negativa a un factoring con facturas emitidas por una filial del propio banco, Caja en este caso.

Esta sequía, aparentemente absurda dada la razón social de las entidades financieras que viven de prestar dinero, viene motivada principalmente por los recursos que la banca ha dedicado y dedica a la compra de Deuda Pública, es decir, de prestarle dinero al Estado para sus Planes E y demás gastos improductivos. Es decir, crowding out puro y duro.


3º: La estupidez humana es inevitable, por alguna extraña razón (quizá sea parte del castigo que llevamos a cuestas por el pecado original) y, lamentablemente, superlativa, enorme.

¿Por qué?, pues porque se ha demostrado innumerables veces que la teoría de Keynes estaba errada (más bien herrada, por la burricie que lleva de suyo). Pues a pesar de las evidencias, se sigue teniendo a J. M. Keynes como un genio de la Economía y como alguien a quien rendir pleitesía.

Esto que escribo es muy evidente ahora, en estos tiempos de crisis donde las recetas preferidas de las posiciones más intervencionistas aplauden con las orejas y le hacen la ola a la momia de Keynes como se la hacían a la de Lenin.

¿Por qué, pues, apoyar ideas probadamente equivocadas y cuyos efectos van a ser perniciosos?. Sólo hay una posiblidad, el sectarismo, que es hermano siamés de la estupidez.

No veo otra explicación.

Cuando he escrito la palabra "veo", me he dado cuenta que no he mencionado el hecho que me ha inspirado esta entrada. En el debate "La vuelta al mundo" de Veo7, un periodista de Público, impedía hablar al resto con sus gritos, clamando al cielo (coherente hasta el final) por la cerrazón de la derecha al no aceptar verdades universales como las que propugnaba el ínclito Keynes.

Quizá el problema no sea que estamos tontos, sino que lo somos.

Feliz verano para los dos o tres lectores capaces de tragarse este desahogo.